EN ACAPULCO
México, país descuidado,
¡sin costumbres de un ser mezquino!
Los graciosos grajos afilados
son las mismas flechas de Cupido.
En el cielo los cirros se hacen
otras barracudas correteando.
Desde la peana, al copularse,
caen los lagartos sobre el plato.
Anda una descalza por la arena,
pobre hija de la jungla al lado,
sus collares rústicos molestan
a las lechuguinas de Chicago.
Otra pobre niña está secando
minucias de mar al menudeo…
Centellea el mar; es más salado
que sal ática de otros tiempos.
Échate en sus sedas luminosas,
golosineando los calamares…
Daré título a mis memorias
“Gente, Años, Vida execrable”.
Como el átomo se desintegra
mi alma que me parecía íntegra!
¿No es mi dicha cual una moneda
apropiada por la mesalina?
¿O es que aoja el calendario antiguo
mi esperanza en umbral del siglo?
Como antaño sobre mi alma siento
carga del azteca europeo.
¿Cómo responder al vituperio
de la niña con ojos nativos,
si hasta el óbolo de estos versos
hundo en el bálsamo curativo?
México, tus conchas depreciadas
dentro de mi bolsa tintinean;
de la extática pasión sagrada
sólo la eyaculación se queda.
Está desolado el Nuevo Mundo,
y el Antiguo Mundo es aguado.
Al andar de noche por tugurios
vasos grandes de tequila apuro.
Cual un macaón revoloteo
de mi ascetismo a polygamia
y de semigama de anhelo
a la opuesta semigama.
Traducción del ruso: Pável Grushkó
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